"Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra."

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Trabajo final Seminario de Actualización

sábado, 6 de agosto de 2011

El patrón del agua

Corría septiembre de 2007, en Puerto San Julián la ciudad estaba excitada porque algo que habían esperado durante 100 años, por fin se iba a inaugurar. La obra pretendía brindarle a agua potable a toda la localidad con un acueducto que los uniría a Piedra Buena. Al acto inaugural acudió el presidente, lo que le dio mayor jerarquía a la zona que había quedado olvidada durante tantos años en el sur del país. A pesar de ser una sociedad un tanto retraída y recatada, los festejos duraron todo el mes y del tema se habló por mucho, mucho tiempo. Como para no hacerlo, cuando la inversión inicial del proyecto contemplaba 58 millones de pesos por parte de la Provincia. Quizás no lo entiendas o no te parezca tan importante, pero para los residentes esto era todo un acontecimiento porque, hasta la fecha, ellos conseguían el agua para el uso diario de manantiales y pozos que venían haciendo tradicionalmente.

Fue por eso, o por todas las expectativas generadas por años o simplemente porque se trataba de un elemento tan vital como es el agua, la cuestión es que toda la ciudad quedó muda cuando dos años después, Puerto San Julián se quedó sin agua potable durante 10 días. Roberto Aristimuño, quien por entonces era un concejal del radicalismo, se despertó esa mañana con la grata noticia de que la comunidad se había quedado sin el servicio. Reflexionó unos momentos sobre quién era la constructora a cargo y rápidamente lo recordó. Fue allí cuando comenzó su sin fin de reclamos.


“Es difícil de comprender cómo una obra de estas dimensiones, que fue tan costosa y que tomó tanto tiempo de diseño, se rompa a dos años de su inauguración”, planteaba en cada oficina de Servicio Público el mandatario. Con el pasar de los días, el humor de la gente se iba caldeando y la paciencia de todos se terminaba. En la búsqueda de información Aristimuño encontró que la obra no había sido entregada en forma definitiva por la empresa constructora, bajo el nombre de JCR. Fue allí que recordó el reclamo que había hecho en un principio, planteando que originalmente, el costo de la construcción era de 58 millones de pesos y luego se amplió en 4,7 millones, en 2006. La explicación que le habían dado las autoridades era que el aumento se debía a un incremento del 6% de los trabajos proyectados. Sin embargo, a partir de las repetidas fallas que presentaba el acueducto, el concejal realizó un pedido de informes a Servicios Públicos y a la Provincia, advirtiendo la baja calidad en los materiales, pero nunca resibió una respuesta.

De pronto, todos los ciudadanos sabían el nombre de la compañía responsable. JCR estaba en la mira de todo aquel que no tenía agua en Puerto San Julián. Peo resultó que esa no era la única
localidad afectada. No era la única ciudad donde la constructora había realizado maniobras poco transparentes en la construcción de acueductos.

José Carlos Rosco, era uno de esos importantes empresarios que habían logrado pasar desapercibidos durante la década del 90 y, desde el regreso de la democracia, no había hecho otra cosa que hacer negocios millonarios con todos los grupos de poder del momento. Se decía que era correntino, porque nadie recordaba cuándo había llegado a esa provincia. Pero no, el señor nació en Rufino, provincia de Santa Fe. Con título de ingeniero civil en mano, José se inició en construcción en la década del 70 con su propia empresa, la primera de muchas.

El joven ingeniero vio enseguida el atractivo de las obras públicas y no paró hasta ganarse todas las licitaciones que pasaban frente a él. Así llegó a ganarse el puesto de jefe de Obras Publicas de la Municipalidad de la Ciudad de Corrientes, Ingeniero Jefe de la Dirección Provincial de Vialidad de Corrientes y Jefe de Obras de la Dirección de Vialidad del Chaco. Ya en 1981, funda lo que sería finalmente la constructora que llevaría como nombre sus iniciales y para el 2001, el prolífero empresario contaba con 8 diferentes compañías.

Como ya se mencionó antes, al ingeniero le atraían mucho las obras públicas y ganar licitaciones se tornó una obsesión, pero no siempre lo hizo de manera limpia. Una de las fórmulas más recurrentes, que también aplicó en su propia provincia, donde no tenía lazos con el gobierno de turno, era la de iniciar el pedido de impugnación contra el mejor oferente, ya sea por falta de experiencia o por presentar mal los pliegos. Así lo hizo en el acueducto Reconquista, en Calafate y en Piedra Buena. A esta lista de obras, se agregan los acueductos de Jujuy, Salta, Camino Negro, Gualeguay y Santa Cruz, donde los vecinos denunciaron los sobreprecios que se corrían siempre de los presupuestos iniciales y la baja calidad en los materiales de construcción.

Hoy en San Julián, siguen teniendo fallas en su flamante acueducto y los habitantes ya se acostumbraron a los constantes cortes del servicio de agua potable. Servicios Públicos nunca dio una respuesta a los reclamos y los pedidos de informes por parte del Concejo. Por su parte, José Carlos Rosco sigue poniéndole el ojo a la próxima obra pública y, por esos pagos, lo conocen como El patrón del agua.


Informe del proceso de recolección de datos e investigación

La investigación comienza con el pedido de impugnación de JCR en el acueducto Reconquista. Realizando un seguimiento de la constructora, llego a Puerto San Julián donde la comunidad se quedó sin agua durante 10 días.

Las entrevistas fueron hechas a Roberto Aristimuño, concejal de San Julián, quien se había hecho cargo de los reclamos correspondientes. También entrevisté al ingeniero a cargo del acueducto Reconquista en la constructora, Fernando Sanánez, quien no fue mencionado en el cuento pero que sí aportó mucha información sobre los procedimientos que la compañía suele adoptar en las licitaciones.

Dentro de la documentación recolectada está el pedido de informes que efectuó Aristimuño. También me basé en las notas que el diario El Municipal de Santa Cruz sacó durante los días que en la localidad no tuvieron agua.




sábado, 16 de abril de 2011

Inserción social desde la dignidad del trabajo

De la marginalidad no se sale con asistencialismo, eso ya quedó claro. Trabajar, por más que algunos quieran hacernos pensar que no es así, es inherente a nuestra naturaleza y muchos, sin importar qué tan duro sea, siguen optando por hacerlo.

El contacto noble y responsable con la tierra, nos enriquece como seres, nos nutre y nos permite vivir en ella. Agradecidos de sus frutos, nos contaron sobre el orgullo de ser huerteros.



Si tenés problemas para escucharlo, entrá acá

Documental hecho por el grupo del Postítulo de Periodismo de la UNR.

El grupete: Camila Peca, Melisa Agüero, Martín Faleroni, Lucas Zampino, Diego de Mendoza, Nicolás Celle y Ornela Barbieri.

Mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar.

Sin ser optimista ni pesimista y muy lejos de la objetividad, las redes sociales nos invaden. No encuentro alguien que pueda negar el hecho de que día a día, esta forma de interacción gana millones de adeptos en todo el mundo. Como toda herramienta, depende del uso que se le dé para ser consideradas como algo positivo o meramente útil. Con la complejización de las sociedades, las relaciones humanas tomaron nuevas dimensiones y encontraron espacios inimaginados hasta hace apenas media década.


Bajo el concepto de que ningún organismo individual puede existir aisladamente, las redes sociales recuperan esa necesidad inherente al ser humano de relacionarse, de interactuar, compartir y mostrarse. Como personas, es difícil pensarnos fuera de una sociedad o comunidad como sujetos. El mundo y su realidad se delimitan, de ese modo, por los vértices de ésa comunidad.

Las posibilidades de que, mediante la utilización de este nuevo medio de comunicación, aumente el acceso a la información y así la participación de cada individuo dentro de la red, está latente en cada clic que el usuario hace y en cada contacto nuevo que se agrega. Es así que Facebook, Twitter, Hi5, Digg, extienden la democratización de la información.



Sin embargo, mediante el uso de estas herramientas caduca el contacto cara a cara y con el, todos los atributos que se le confieren. No todo lo que brilla es oro, y llegado el momento de extensión de las redes sociales, estas pueden invertir en una incomunicación profunda. Los lazos entre las personas se vuelven tan efímeros como el clic de distancia del que se encuentran. Las categorías de amistad se enmarcan en la frivolidad de de una foto o comentario subido y la jerarquización de las relaciones humanas cobran un nuevo sentido.Es así, que frente a este océano cibernético sólo nos resta saber flotar.



Entrelazarnos y enredarnos


“En este mundo, la estabilidad solo puede significar entropía, muerte lenta, en tanto que nuestro sentido de progreso y el crecimiento es nuestro único medio de saber que estamos vivos. Decir que nuestra sociedad se está desintegrando sólo quiere decir que está viva y goza de buena salud” . Marshall Berman

Frente a todo cambio la respuesta natural del ser humano ha sido históricamente el miedo, luego el rechazo y confrontación, negación, resignación y por último llega la aceptación. La incertidumbre que genera la falta de control sobre el devenir de los hechos lleva a que Más vale malo conocido que bueno por conocer sea una de las frases más conocidas y guía del accionar de muchos.

Es por ello que no llama la atención que la lectura de muchos filósofos, científicos, comunicadores y profesionales de las ciencias sociales sobre las nuevas generaciones de jóvenes y sus hábitos tecnológicos sea un tanto apocalíptica. Para ellos vivimos en una era donde la ética contemporánea se resume en una maraña de experiencias en la que no hay jerarquías de valores y normas sin dejarse llevar por el “crepúsculo del deber”. Nos movemos por un manantial inagotable de bienes que se renuevan y se perfeccionan sin parar y se gozan y disipan en un marco de individualismo y autonomía radicales, con libertad y secularización completas, hedonismo, nomadismo sin penurias, multiculturalismo y transparencia de los flujos de información, y la perspectiva de movilidad social y enriquecimiento asegurados para quien esté dispuesto a sacrificarse trabajando duro.

Cuando los adultos miran a los jóvenes “abstraerse” dentro de las computadoras y mostrar ciertos rasgos de desinterés por la vida fuera de ellas, el miedo ataca a los puntos más neurálgicos del ser y la respuesta se imprime en las primeras planas: es el fin de los valores modernos que da paso a una sociedad superficial.



Sin embargo, dentro de esos artefactos, que muchas veces parece desprenderse de sus propios cuerpos, existe una realidad mucho más palpable y efectiva de lo que es la del exterior. Nuevas comunidades comienzan a formarse y con ellas las posibilidades se multiplican. La capacidad de expresión y de comunicación toma nuevos sentidos en cada click que se produce, segundo a segundo, en el mundo. El derecho a la información traspasa los límites de las legislaciones. Ya no se trata de una simple censura sino de que la velocidad de producción y lectura hace cada vez más complicado la represión de la comunicación.

Estas nuevas prácticas vienen acompañadas de un nuevo lenguaje, nuevas costumbres y hábitos. Todo conlleva a que los valores que dominaban las antiguas actividades cambien para adaptarse al futuro. La velocidad y el alcance de la información marcan su huella en todos los ámbitos y la economía no está exenta de ello. Así como tampoco lo está la educación.

Al cambiar los modos de relacionarse, la población también se encuentra frente a la posibilidad de replantearse los órdenes jerárquicos. Esta posibilidad altera la percepción de las redes y su funcionalidad, las cuales eliminan fronteras no sólo espaciales sino también sociales, políticas y raciales. Su uso potencial podría a llegar a ser leída como la praxis de la democracia.

La producción y el sentido del conocimiento también se alteran. La importancia no va a estar dada por la profundidad sino por la extensión que este conocimiento trace. Como si fuera una soga a la cual todos tuviéramos la posibilidad de agarrar, la experiencia va enlazándonos unos a otros, sin importar la distancia física que nos separe. Y es la misma experiencia del conocimiento la que guiará el accionar de las nuevas comunidades. El futuro está escrito en un código de unos y ceros, sólo falta poder leerlo.

Sin embargo, dentro de esos artefactos, que muchas veces parece desprenderse de sus propios cuerpos, existe una realidad mucho más palpable y efectiva de lo que es la del exterior. Nuevas comunidades comienzan a formarse y con ellas las posibilidades se multiplican. La capacidad de expresión y de comunicación toma nuevos sentidos en cada click que se produce, segundo a segundo, en el mundo. El derecho a la información traspasa los límites de las legislaciones. Ya no se trata de una simple censura sino de que la velocidad de producción y lectura hace cada vez más complicado la represión de la comunicación.

Estas nuevas prácticas vienen acompañadas de un nuevo lenguaje, nuevas costumbres y hábitos. Todo conlleva a que los valores que dominaban las antiguas actividades cambien para adaptarse al futuro. La velocidad y el alcance de la información marcan su huella en todos los ámbitos y la economía no está exenta de ello. Así como tampoco lo está la educación.

Al cambiar los modos de relacionarse, la población también se encuentra frente a la posibilidad de replantearse los órdenes jerárquicos. Esta posibilidad altera la percepción de las redes y su funcionalidad, las cuales eliminan fronteras no sólo espaciales sino también sociales, políticas y raciales. Su uso potencial podría a llegar a ser leída como la praxis de la democracia.

La producción y el sentido del conocimiento también se alteran. La importancia no va a estar dada por la profundidad sino por la extensión que este conocimiento trace. Como si fuera una soga a la cual todos tuviéramos la posibilidad de agarrar, la experiencia va enlazándonos unos a otros, sin importar la distancia física que nos separe. Y es la misma experiencia del conocimiento la que guiará el accionar de las nuevas comunidades. El futuro está escrito en un código de unos y ceros, sólo falta poder leerlo.